Hasta principios del siglo XIX yo no era nada, una sustancia perdida en el universo, sin ninguna importancia para nadie.
Ya en 1909 un señor llamado Leo Hendrik Backeland, empezó a experimentar con mis genes, y consiguió un hijo de sus trabajos al que conocemos como “baquelita”.
A partir de ahí todo fue estupendo, el trabajo se hizo más fácil y llevadero, puesto que yo soy muy moldeable y liviano.
Además de eso, mi elasticidad para poderme aplicar a casi todas las cosas, consiguió que mi aplicación se fuera expandiendo y llegara a artículos, productos etc., y entrara en todos los hogares sin relegar ninguno ya que encima soy económico.
Hasta aquí todo iba bien y era recibido en todos los lugares con gusto, agrado, y permisividad.
Pero en pleno siglo XXI, se han dado cuenta de que mi uso, se ha convertido en abuso, y como se hace normalmente cuando pasa eso, pasamos de estar en todo presente, a que nos releguen no ya a un segundo plano, sino que nos destierran por otro artículo, y encima con una mancha en nuestro curriculum, un apelativo despectivo como “botellitis” “bolsitis” “plastiquitis”.
Y digo yo, ¿Qué he hecho para merecer esto?, creo que lo justo sería que todos los que ahora me denominan así, hicieran un análisis de la culpabilidad que tienen, y que si hubieran sido más comedidos y respetuosos en mi uso, es posible que no se hubiera llegado a esto.
Conchi Bernal. Creación Literaria.
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